Son paisajes que imitan las huellas de un pájaro, la silueta de un árbol, el caminar culebreante de un río, la mirada silenciosa de un reptil, que trepado sobre la chamiza humeante, ve como el fuego va curtiendo la piel de un paisaje sin tiempo.
Los colores los da la misma tierra, arena, arcilla maleable. Polvo árido de lejanos caminos, semillas de árboles milenarios, tabaco de hechizos sepias, cenizas que marcan el fin de fuego, carbón símbolo de lo existió alguna vez, mezclados dan pigmentos cromáticos y significan una esperanza pero a su vez nos muestran una advertencia.
Si existe un tiempo más allá de este, debiese ser un lugar sin fuego, sin tala, sin ríos raquíticos, sin hombres mujeres y niños corriendo porque la guerra les persigue sus pasos. Pintar una obra gris, ocre, sepia o simplemente árida es triste porque es plasmar un mundo oscuro, desprovisto de belleza, pero alguien tiene que mostrar nuestra propia absurdez.
A mi me ha tocado y lo seguiré haciendo, seguiré mostrando la cara atormentada de un mundo que se desgarra en nuestra frente. No aspiro que mis obras estén en los museos, galerías o grandes espacios públicos, basta que vaguen libres ante quienes sienten la vida.
No estoy encerrado en tendencias, tampoco quiero poner en mi obra el sello de alguna técnica, quiero liberar lo que creo, no sentirme prisionero de tiempos y espacios. Tampoco pinto para alguien en especial, pinto para sentirme libre, para correr en los laberintos de mis sueños, para hurgar las heridas de la inocencia, con la esperanza que alguien se atreva a saturar los arañazos de la indolencia.
Antonio Evies
A veces tropezamos con el tiempo
Mi obra la defino como un recuento de tiempos, trato de resumir en ella mis vivencias y la de muchos otros seres que marcan sus pasos en el paisaje árido. Son paisajes desolados, desprovistos de rostros, porque la aridez borra los rostros y solo nos presenta esqueletos consumidos por el sol. Quizá muchos se preguntan o dirán que mi obra es pesimista, pero pienso que alguien debe retratar lo duro de la vida, hoy siento que me corresponde porque fui un habitante de la aridez, el verano fue dibujando en mi piel los mapas del olvido y el sol agreste me mostraba lejanos espejismos de polvo y sequía.
La soledad que reflejo en mi obra, no es la soledad de Antonio, como pudiesen pensar las personas al contemplarla; vivo feliz y me rodean seres maravillosos. Lo que voy plasmando en cada una de ellas no es mas que un revivir de años y tiempos ya lejanos, es recordar al hombre gris de los caminos desolados, es la desesperanza de una mujer que mira sin mirar el futuro, es un niño descalzo que no encuentra sombra en los árboles deshojados por el viento, es el fuego que consume, es la tierra árida y reseca que se mira distante y desolada.
Mis paisajes, son un inventario del pasado que se hace presente cuando imprimo mi esperanza en cada obra que realizo, sueño con mundos verdes, selvas inmensas, ríos cristalinos, arroyos apacibles, pero, son sólo sueños y siempre despierto con un dibujo en mis pupilas que no se borra fácilmente, es mi tierra árida llena de sol, sedienta de esperanza…
Antonio Evies
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